Este es el Beso de Judas.
Es el momento de examinar todas las traiciones de las cuales somos responsables en nuestra vida, las grandes y pequeñas, las concientes e inconcientes, las accidentales y las voluntarias.
Traición a las otros y a nosotros mismos. Tal vez nos faltó coraje para defender a alguien que nos necesitaba. Tal vez traicionamos nuestro arte, nuestra creatividad, y nos vendimos por 30 monedas de plata a un trabajo que nos da seguridad pero nos quita el alma. Tenemos un enorme potencial, y al darle la espalda a nuestro destino, a nuestro don, nos traicionamos.
Aprendimos a traicionar porque nos traicionaron. Y repetimos el esquema hasta que alguien grita, ¡basta!. El único traicionado aquí son nuestros egos, él es el Maestro del Engaño, y nuestra importancia personal nos arroja a lamernos constantemente las heridas, a sacarles la costra una y otra vez para que no sanen, y así en compensación traicionamos a otros y a nosotros mismos.
En un posteo anterior, llamado la sincronía, conté el sueño que tuve la noche posterior al fallecimiento de Bárbara Délano. En un momento del sueño ocurre:
"Nos ponemos entonces a tirarnos cartas. En una de las cartas aparece una persona que le clava un puñal a otro. Hay que identificarse con uno de los dos personajes: con la víctima o con el victimario. Bárbara dice que se queda con el victimario. Que a uno le gusta clavar los puñales y después juega hacerse la víctima. En la vida uno hiere mas frecuentemente de lo que es herido, aclara".
El Ego odia ser descubierto. Cuando se nos revela, nos molestamos e indignamos. ¿Yo?... ¿traición?...El ego se esconde como el "yo, que sufro tanto"; "yo, que hago tanto por los demás"; "yo, que nunca recibo lo que merezco"; "yo, el que mas trabajo"; "yo, la que mas amo". Y el Ego se esconde, se agazapa, y simula ser el Discípulo, la Razón, el Amigo, y en el momento de los qiubos no titubea en darle el Beso al Maestro.
Disuelve las mentiras.